Miller y
Urey diseñaron un experimento que simulaba las condiciones de la tierra
primitiva. Por un lado, colocamos un recipiente con agua que representa a los océanos
con sus altas temperaturas. Al calentar el agua, el vapor asciende y lo
mezclamos con unos gases: metano, hidrogeno y amoniaco, los cuales creemos que constituían
la atmosfera primitiva.
La
mezcla de gases se somete a descargas en un recipiente con dos electrodos,
cuyas descargas simulan los rayos que en ese entonces formaban parte de la
atmosfera.
Posteriormente,
la mezcla pasa por un tubo frio donde se condensan los componentes que se iban formando como resultado de estas
interacciones. Estos productos de reacción regresan al recipiente que
representa al océano.
El ciclo
se repite y se genera con ellos un flujo continuo entre la atmosfera y el océano
que imita el ciclo atmosférico de la tierra. En esas condiciones, al cabo de
unos días, se detectan en un recipiente acoplado al circuito, varias moléculas nuevas
de aminoácidos simples, ácidos grasos y urea. Hasta ahora solo con este
experimento se ha podido comprender y recrear el origen de la vida.
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